lunes, 14 de noviembre de 2011

Magisterios con huella, Mª Carmen Díaz Navarro

(Cuadernos de Pedagogía nº380)


¿Quién es?

Mª Carmen Díaz Navarro es una maestra de las de antes, de las de ahora y de las de siempre. Una maestra es alguien con autoridad intelectual, moral y sentimental, y ella es artesana de las tres capacidades. Es psicopedagoga, especialista en educación infantil, asesora de formación a docentes y miembro del Consejo de Redacción de la revista In-fan-cia. Su curiosidad imperiosa le ha llevado a rastrear por todo el país y últimamente también por Sudamérica. Es una maestra que podemos describir con algunos títulos de sus libros. Tiene “una oreja verde” para oír a los niños “colecciona momentos” de aula, escribe “diarios de clase no pedagógicos”, “proyectos de otra escuela", traza puentes entre "caperucita y los cuarenta ladrones”, se atreve a bajar sin red “al piso de abajo”, donde se cuecen los afectos y trabaja en “una escuela que sabe a naranja”. Es coordinadora pedagógica de una escuela donde “no se aprende a deletrear sino a cabalgar sobre ciervos” según reza el folleto de aniversario de sus 25 años.
Pero por encima de todo es poeta, y hace poesía con los niños, en sus libros, en sus cursos, con sus amigos y con todo lo que toca.

¿Cuáles son sus principales aportaciones?

Ha vislumbrado como pocas personas la esencia del comportamiento humano en las primeras etapas de la vida, dotando a la niñez de la dignidad que se merece. La verdadera aportación de MªCarmen es que habla siempre desde su práctica, y ésta tiene una lógica aplastante. También ha aportado algo inusual; la profundización teórica, filosófica y pedagógica de una maestra de a pie. Ha aportado sabios saberes, no del todo pedagógicos, sobre una escuela de la vida. Una escuela en la que el protagonista ya no es el señor cuadrado, ni el otoño, ni la “t” de teja, sino que – como escribió Miguel Hernández- trajo la escuela del amor, la de la muerte, la de la vida. Una escuela donde se estudia, se vive y se siente; en la que se trabajan temas como los monstruos, las novias, el miedo o los dinosaurios; en donde hay cajas de tesoros o de recuerdos; en la que se construyen libros-libres sobre sueños, poesías, cuentos, canciones y trucos; en donde la vida entra en forma de araña, de caracol, jilguero, abuelos o padres peluqueros. Y es que MªCarmen tiene la virtud de hacer fácil lo complejo, a la vez que vislumbra la complejidad del alma humana en lo cotidiano. Tiene la virtud de entrever los sucesos matemáticos enredados en la vida, hablando de las familias o estudiando los elefantes.
Una de sus últimas aportaciones ha sido la consideración de la educación como una tarea preventiva de salud, ya que es miembro de la Asociación Mundial para la Salud Mental Infantil (ASMI).

¿Qué me ha enseñado?

Son muchas las cosas que he aprendido con Mª Carmen, y enumero con palabras suyas para no estropear la poesía de su discurso: Me ha enseñado que “el oficio de maestro es callar a tiempo, escuchar, acompañar asombros y vestir los saberes de mañanitas”.
Me ha enseñado a transmitir el deseo de saber, o como ella dice, “las ganas”, que es palabra con más fuerza. Y es que sólo enseñamos cuando mostramos nuestros deseos, nuestras dudas, nuestra subjetividad; en fin, lo que somos. Me ha enseñado a dar la palabra a los niños y niñas, porque la palabra organiza la realidad. Me ha enseñado a valorar y disfrutar de las palabras, y a superar el mero vocabulario. Y es que MªCarmen dice”si repartes las palabras como un postre, un disfrute una suerte, no cabe duda que dejarán un pozo de ganas de más, que formarán (…) seguros y amantes lectores para toda la vida”. Me ha enseñado a adentrarme en lo que ella llama “el piso de abajo”, que es donde se cuecen los afectos, el que nos mueve de verdad, motor imparable que nos empuja hacia el saber, hacia los otros, hacia la vida. Y me ha enseñado “lo más sagrado que hay en el niño: el derecho de buscar su verdad”. Porque como ella dice “a la escuela vamos a aprender y a aprendernos”. En definitiva MªCarmen nos ha enseñado lo esencial de la vida, que de ser también lo esencial de la escuela: ser “buscadores infatigables de placer, pero sin negar el dolor inevitable”.

Por Cristobal Gómez Mallorca